jueves, 7 de octubre de 2010
16 AÑOS PARA ABORTAR PERO NO PARA VER UNA PELÍCULA SOBRE EL ABORTO

Hoy se estrena "Blood Money" un documental sobre el negocio del Aborto. Lejos de mostrar imágenes escabrosas, está centrada en el testimonio de mujeres que abortaron y de empresarios, médicos y enfermeras implicados en el negocio que genera en Estados Unidos.
¿La sorpresa? que en España la han catalogado como apta para "personas mayores de 18 años". En este país una niña de 16 años puede abortar,un niña de 13 años que haya mantenido relaciones sexuales puede comprar la píldora del día después y de un modo mas solapado abortar también.....¿Y no pueden ver esta película?. ¿Tenemos miedo que al ver la realidad del aborto mucha gente se replantee que el aborto no es una interrupción de un embarazo (como el que interrumpe un trabajo a medio comenzar) sino un asesinato a un ser indefenso?. ¿tienen miedo los que manejan los hilos de este negocio de perder dinero?.
POR FAVOR ANIMAR A LA GENTE A VER ESTE DOCUMENTAL Y A LAS NIÑAS DE 16 AÑOS las llevaremos a ver la pelicula ¡¡tienen nuestros permiso paterno!!, porque nos parece que el Estado no puede determinar que es bueno o no para mis hijos.
Os dejo un trailer
Os dejo un trailer
jueves, 30 de septiembre de 2010
HABLEMOS DE SEXO

Os dejo una conferencia divertida y dinámica de dos novios. No es la típica charla de “un puritano hablando de sexo”, sino que hablan dos novios contando su testimonio personal sobre:
- consumo de pornografía
- matrimonio y divorcio
- sexo en la adolescencia
- alcohol y discotecas
- diferencias entre amor y sexo
- la persona usada como objeto de placer
- mujeres provocativas
La conferencia responde a preguntas como:
- ¿hasta dónde puedo llegar en el sexo con mi novia?
- ¿se puede morir por “sobredosis” de virginidad?
- ¿para qué sirve la conciencia?
- ¿qué tiene de malo si no hago daño a nadie?
- ¿vivir juntos antes de casarnos?
- ¿qué significa el sexo?
- ¿cómo superar la adicción al sexo?
viernes, 3 de septiembre de 2010
SI QUIERO..... PARA TODA LA VIDA

Buen artículo.
¿A qué causas se deben las fracturas en la lealtad matrimonial?
A veces se culpa la independencia de la mujer actual. No creo que sea el problema de hoy. Al contrario, es una suerte que exista, porque sólo quien es interiormente libre e independiente puede amar y entregarse verdaderamente a los demás. Voy a enumerar brevemente algunas dificultades:
¿Qué facilitaría que el matrimonio sea feliz en el transcurso de los años?
Claro que no hay recetas fijas, pero podemos reflexionar un poco sobre lo que puede facilitar la vida cotidiana.
Amor decidido
Si al contraer matrimonio los cónyuges son conscientes de que toman una decisión para toda la vida y tienen la firme voluntad de permanecer unidos hasta el final, pase lo que pase, en tiempos de sol y de lluvia, de nieve, hielo y tormenta, entonces pueden desarrollarse libremente, en un clima de seguridad y de confianza.
Respeto mutuo
Hoy en día el hombre y la mujer se encuentran en el matrimonio uno junto al otro con la misma dignidad, la misma altura, los mismos derechos y deberes. A veces, existe mucha independencia social y económica y, a la vez, una gran dependencia afectiva. Pero sólo aquel que es interiormente libre y autónomo puede entregarse a los demás.
Apertura a la vida
Un matrimonio verdaderamente feliz descubre continuamente nuevos horizontes, está abierto a otras personas, también a una futura descendencia. Tiene el valor de transmitir la vida, de conservarla, de amarla y de velar por su desarrollo. Pero si la unión sexual se entendiera exclusivamente como la procreación, se denigraría al cónyuge al tratarlo como un simple medio. En cambio, si están integrados en el amor matrimonial tanto el deseo de tener hijos como la búsqueda de la unión sexual, se puede considerar conseguida la relación.
Sentido del humor
Sebastianne Chamfort tiene una frase que es muy importante para la vida cotidiana de la familia:"cuando hayas estado un día entero sin reír, habrás perdido totalmente ese día". El que tiene sentido del humor puede olvidarse de sí mismo y de este modo está libre para los demás.
En época de dificultad, ¿cómo se replantea la fidelidad?
El matrimonio, vida común indisoluble, es la mejor garantía para la felicidad de la familia. El matrimonio lleva a una felicidad mayor que el amor espontáneo; éste puede ser muy apasionante pero queda inmaduro si huye de la entrega definitiva. Es un desafío mantenerse unidos uno al otro, también en tiempos de crisis o de poca comprensión.
¿Bastan los deseos de fidelidad?
Todos conocemos muy bien las debilidades y flaquezas de nuestra naturaleza: hoy sentimos gran pasión por una persona; mañana quizá, por otra. Por eso, no bastan los deseos de fidelidad. Hace falta llegar a una alianza objetiva: comprometerse también cara a la sociedad, con implicaciones jurídicas, lo que se traduce en este caso en contraer matrimonio.
Sí..., acepto, para toda la vida; incluyendo la prosperidad y felicidad, las alegrías y tristezas, tusfragilidades y las mías, los problemas económicos, la enfermedad y los sufrimientos...»
La doctora alemana Jutta Burggraf aporta algunos consejos para la fidelidad matrimonial desde el "sí" nupcial hasta la muerte.
¿A qué causas se deben las fracturas en la lealtad matrimonial?
A veces se culpa la independencia de la mujer actual. No creo que sea el problema de hoy. Al contrario, es una suerte que exista, porque sólo quien es interiormente libre e independiente puede amar y entregarse verdaderamente a los demás. Voy a enumerar brevemente algunas dificultades:
Dos personas se casan hoy, en general por simpatía y amor; es decir, por motivos subjetivos y menos objetivos. Esto es muy bueno e ideal, si no se dejan completamente de lado los aspectos objetivos como la cultura, la forma de ver la vida, etc.
Casarse por amor, me parece que es la única razón aceptable para contraer matrimonio. Sin embargo, hoy en día, no es raro que falten casi todos los motivos objetivos. En este caso, la fidelidad matrimonial es sumamente difícil. Porque cuando se acaba el amor, cuando llega la monotonía cotidiana, hay que perseverar sin un entorno exterior que sostenga.
Muchas veces los esposos tienen distintos campos de acción, ya sea en la familia, en la profesión fuera del hogar. No se ven durante muchas horas del día. Sin embargo, tienen contacto con otras personas, hombres y mujeres, y con ellos comparten sus intereses y planes profesionales. Cuando vuelven cansados a casa, ya no tienen fuerzas para dialogar o hacer planes y esto genera una distancia entre los esposos.
Al mismo tiempo, la opinión pública y las costumbres occidentales no protegen el matrimonio. Incluso se puede decir sin exagerar que se hace propaganda a la infidelidad.
¿Qué facilitaría que el matrimonio sea feliz en el transcurso de los años?
Claro que no hay recetas fijas, pero podemos reflexionar un poco sobre lo que puede facilitar la vida cotidiana.
Amor decidido
Si al contraer matrimonio los cónyuges son conscientes de que toman una decisión para toda la vida y tienen la firme voluntad de permanecer unidos hasta el final, pase lo que pase, en tiempos de sol y de lluvia, de nieve, hielo y tormenta, entonces pueden desarrollarse libremente, en un clima de seguridad y de confianza.
Conviene perder el miedo a las crisis. Conflictos y divergencias de opiniones existirán siempre allí donde varias personas viven en estrecho contacto. Lo decisivo es la actitud que se adopta ante aquellas situaciones difíciles, aprovechar la oportunidad de estrechar los lazos de unión superando juntos las dificultades.
A menudo, la disposición de perdonar es la única esperanza en el camino hacia un nuevo comienzo. Con los años un cónyuge va amando más al otro porque quiere amarle, porque se ha decidido por el otro de por vida y está dispuesto a soportar desilusiones.
Respeto mutuo
Hoy en día el hombre y la mujer se encuentran en el matrimonio uno junto al otro con la misma dignidad, la misma altura, los mismos derechos y deberes. A veces, existe mucha independencia social y económica y, a la vez, una gran dependencia afectiva. Pero sólo aquel que es interiormente libre y autónomo puede entregarse a los demás.
Por tanto, hay que reconocer la necesidad de mantener una sana distancia en el matrimonio. La vida en común no debe convertirse en una atadura o cárcel que restringe la libertad del otro. Un cónyuge no puede quitar al otro la posibilidad de desarrollarse y llevar adelante iniciativas propias; para llegar a una profunda unidad es necesario seguir siendo dos personas individuales. No se ama al otro, mientras no se la ama en sí mismo. El tú no es la prolongación del yo, el tú es el misterio delotro que pide ser afirmado en sí mismo.
Apertura a la vida
Un matrimonio verdaderamente feliz descubre continuamente nuevos horizontes, está abierto a otras personas, también a una futura descendencia. Tiene el valor de transmitir la vida, de conservarla, de amarla y de velar por su desarrollo. Pero si la unión sexual se entendiera exclusivamente como la procreación, se denigraría al cónyuge al tratarlo como un simple medio. En cambio, si están integrados en el amor matrimonial tanto el deseo de tener hijos como la búsqueda de la unión sexual, se puede considerar conseguida la relación.
Sentido del humor
Sebastianne Chamfort tiene una frase que es muy importante para la vida cotidiana de la familia:"cuando hayas estado un día entero sin reír, habrás perdido totalmente ese día". El que tiene sentido del humor puede olvidarse de sí mismo y de este modo está libre para los demás.
Tendemos a plantearnos problemas existenciales por cosas insignificantes y esto afecta a las relaciones. Debemos esforzarnos por no contemplar las múltiples cosas pequeñas de la vida desde su aspecto negativo. Cada cosa tiene dos caras y vale la pena centrar la vista en aquella cara de la que podemos reírnos a gusto o al menos sonreír.
Mucha gente llega a otra conclusión: ya no quieren casarse porque no quieren llevar una vida de engaño, y tampoco quieren tener las complicaciones de un divorcio. Prefieren vivir algún tiempo juntos. Si van bien, se pueden casar y si van mal, se separan sin grandes problemas y desventajas económicas...
Vivir en una relación abierta, de hecho, es mucho menos atractivo de lo que parece. Si se declara que no es necesario casarse, con frecuencia se llega a exterminar, de un modo muy sutil, el amor entre el hombre y la mujer.
Cuando dos personas viven juntas sin casarse, en algún rincón de su corazón queda un resto de desconfianza. Es como decirle: "yo te quiero hoy. Pero no sé si te querré mañana (o dentro de diez años) y por eso prefiero no meterme en líos". Las relaciones abiertas traen consigo muchas frustraciones y decepciones, el amor se enfría con la falta de confianza.
La familia y también el matrimonio pertenece a lo que la naturaleza humana pide. Cuando digo matrimonio me refiero a una relación estable permanente entre un hombre y una mujer que da seguridad y confianza.
Me gusta compararlo con un muro, construido alrededor de una gran plataforma, en la cumbre de un monte alto y escarpado. Gracias a ese muro, los niños pueden correr en la plataforma con toda libertad, pueden hacer sus juegos más salvajes, saltar y bailar, sin peligro alguno de caída.
En cambio, cuando falta el muro, uno sólo puede moverse lentamente, con cuidado y miedo de perder la integridad. Disminuye la alegría de moverse, de emprender grandes cosas y comerse el mundo.
En época de dificultad, ¿cómo se replantea la fidelidad?
El matrimonio, vida común indisoluble, es la mejor garantía para la felicidad de la familia. El matrimonio lleva a una felicidad mayor que el amor espontáneo; éste puede ser muy apasionante pero queda inmaduro si huye de la entrega definitiva. Es un desafío mantenerse unidos uno al otro, también en tiempos de crisis o de poca comprensión.
Todo matrimonio pasa por tiempos de crisis, igual que toda persona humana, cuando crece experimenta sus conflictos de desarrollo. Es muy normal que haya momentos duros en la vida. Uno puede notar monotonía, desazón, quizá la falta de una plena realización profesional; ve que los planes se derrumban y que los hijos son muy distintos de lo que deseaba. A veces, con los años aparece el remordimiento de no haber dado al otro todo lo que requería...
Pero, toda crisis trae consigo un cambio, y puede ser hacia una madurez mayor, hacia una confianza más plena. El día de la boda no es la última estación, sino al contrario, es el comienzo de la verdadera aventura de la vida del amor. Si se tiene la conciencia clara de que el matrimonio dura hasta la muerte, entonces se esfuerza uno mucho más para hacer de él una empresa atractiva.
¿Bastan los deseos de fidelidad?
Todos conocemos muy bien las debilidades y flaquezas de nuestra naturaleza: hoy sentimos gran pasión por una persona; mañana quizá, por otra. Por eso, no bastan los deseos de fidelidad. Hace falta llegar a una alianza objetiva: comprometerse también cara a la sociedad, con implicaciones jurídicas, lo que se traduce en este caso en contraer matrimonio.
Esta alianza, hecha exteriormente hacia fuera, es una protección del amor. Es decir a la otra persona: "Yo te quiero verdaderamente, y siempre quiero quererte. No sé todo lo que pasará a lo largo de mi vida. A lo mejor, hay tentaciones y conflictos. Pero tengo la voluntad de superarlas y para probártelo te doy una promesa oficial".
jueves, 15 de julio de 2010
AMOR Y SEXO: algunas respuestas

TRANSPARENCIAS, ESCOTES,....¿Y POR QUÉ NO?

Buen estudio de Ana Sánchez de la Nieta sobre el pudor donde responde a preguntas que todos nos planteamos:
¿Es el pudor algo ya superado, convencional, que depende únicamente de las culturas?
¿Por qué ocultar ciertas partes del cuerpo? ¿ escote pronunciado? ¿vestidos transparentes?
¿Experimentan del mismo modo el pudor la mujer y el hombre?
....Entonces... ¿Qué es el pudor?
Aqui os dejamos el artículo entero con su bibliografía.
Sería impúdico por tanto exhibir sin razón aquellas partes más íntimas del cuerpo, aquellas “que desempeñan un papel expresivo singular en los actos de intimidad sexual. En sí, tales partes no son ni buenas ni malas. Sencillamente realizan la función que la naturaleza les asignó. Esa función es íntima, se halla integrada en actos que no tienen sentido en la esfera pública, sino sólo en la esfera privada de la relación dual a la que está confiada la creatividad biológica y buena parte de la creatividad amorosa”.
Lo esencial en el pudor, por tanto,no es sólo cubrirse, sino ocultar los valores sexuales que constituyen, en la conciencia de la persona, un objeto de placer. Nuestros órganos sexuales pueden ser objetos que producen placer: como la persona no quiere quedar reducida a un mero instrumento de goce, oculta estos valores.
¿Experimentan del mismo modo el pudor la mujer y el hombre?
BibliografíaYepes Stork, Ricardo:op. Pág. 276.
López Quintás, Alfonso: op. Pág. 237
cfr. Juan Pablo II. Amor y responsabilidad. Pág. 193-215.
Santamaria, Mikel Gotzon: op. Pág. 70.
Idem. Pág. 73.
López Quintás, Alfonso. El amor humano, su sentido y su alcance. Editorial Edibesa. Pág 238.
Santamaría, Mikel Gotzon: op. Pág. 87.
Idem. Pág. 90.
Marías, Julián: La educación sentimental. Alianza Editorial. Pág 245
Juan Pablo II. La redención del corazón. Editorial Palabra. Pág. 247.
Ruiz Retegui, Antonio. La sexualidad humana, en N. López Moratalla y otros. Deontología biológica. Universidad de Navarra. 1987. Pág 278.
San Josemaría Escrivá de Balaguer. Camino, n. 380.
Bru, Manuel María. El vestido del cristiano. Alfa y Omega (2-XI-1997).
San Josemaría Escrivá de Balaguer. Cámino, n.661
Pablo VI, “Humanae Vitae”
¿Es el pudor algo ya superado, convencional, que depende únicamente de las culturas?
¿Por qué ocultar ciertas partes del cuerpo? ¿ escote pronunciado? ¿vestidos transparentes?
¿Experimentan del mismo modo el pudor la mujer y el hombre?
....Entonces... ¿Qué es el pudor?
Aqui os dejamos el artículo entero con su bibliografía.
Hay quien piensa que el pudor es algo ya superado, convencional, que depende únicamente de las culturas...
Esto, sin embargo, deja muchos interrogantes en el tintero ya que se observa, por ejemplo, como los niños, a partir de una edad y sin necesidad de orientación por parte de los padres, se encuentran incómodos desnudos y se esconden para no ser vistos o cómo en todas las culturas se tiende a ocultar ciertas partes del cuerpo.
La forma de vivir el pudor puede ser convencional, pero no el hecho de experimentar este sentimiento.
Los filósofos personalistas aclaran más estas cuestiones pues consideran que el pudor es una característica de la persona. Cada hombre comprueba en su interior como hay cosas; no sólo materiales sino también espirituales (pensamientos, deseos...) que no quiere que salgan al público. Tenemos una intimidad que nos pertenece y que no entregamos a cualquiera; o al menos, no entregamos a cualquiera sin hacernos violencia. Este sentimiento se llama coloquialmente vergüenza y se refiere, como se ha dicho antes, no sólo a hechos externos sino también a estados interiores.
La vergüenza no siempre se refiere a actos negativos, hay cosas buenas que también nos avergüenzan; en este caso, lo que experimentamos como mal no es la cosa en sí, sino el que se exteriorice. Muchas veces, por ejemplo, al realizar una obra de caridad o tener una muestra de cariño intentamos que no salga al exterior ya que puede ser malentendida y porque además, al exteriorizarse, pierde un poco su valor.
En este sentido, el pudor sería siempre una salvaguarda de la intimidad, de la interioridad de la persona.
¿Por qué es necesario ocultar ciertas partes del cuerpo? ¿por qué es impúdico un escote pronunciado? ¿o un vestido transparente?
Porque desvelan los órganos sexuales, que son los más íntimos del índividuo ya que con ellos “se efectúa la donación completa, íntima y corporal de la persona”.Sería impúdico por tanto exhibir sin razón aquellas partes más íntimas del cuerpo, aquellas “que desempeñan un papel expresivo singular en los actos de intimidad sexual. En sí, tales partes no son ni buenas ni malas. Sencillamente realizan la función que la naturaleza les asignó. Esa función es íntima, se halla integrada en actos que no tienen sentido en la esfera pública, sino sólo en la esfera privada de la relación dual a la que está confiada la creatividad biológica y buena parte de la creatividad amorosa”.
Lo esencial en el pudor, por tanto,no es sólo cubrirse, sino ocultar los valores sexuales que constituyen, en la conciencia de la persona, un objeto de placer. Nuestros órganos sexuales pueden ser objetos que producen placer: como la persona no quiere quedar reducida a un mero instrumento de goce, oculta estos valores.
¿Experimentan del mismo modo el pudor la mujer y el hombre?
Al llegar a este punto, hay que hacer una distinción entre la forma que tiene de experimentar el pudor la mujer y el hombre. La mujer es más difícil que vea al hombre como un objeto de placer. En ella pesa más lo afectivo que lo sensual, es más sensible a percibir en el hombre las cualidades de una masculinidad psíquica; se fijará en cómo es su voz, qué temas de conversación tiene, qué características psicológicas posee. No desprecia su masculinidad física, pero ésta pasa a un segundo plano.
El hombre, sin embargo, tiene una sensualidad más fuerte que hace que la afectividad quede relegada. Es más fácil que vea en la mujer un objeto de placer; de hecho, en un primer momento, esto es lo que fija su atención. “La mujer no siente ese tirón automático ante el cuerpo de un hombre.
El hombre sí lo siente ante el cuerpo de la mujer. Por no saber esto, muchas mujeres interpretan equivocadamente las miradas de muchos hombres (...) No saben que el hombre tiende espontáneamente a fijarse en los aspectos meramente carnales, en lo que la mujer tiene de objeto.
Y por eso cometen el error de querer llamar la atención jugando con lo propiamente sexual. Si supieran lo que pasa muchas veces por la cabeza de los hombres que las miran, y el desprecio que a menudo provocan en ellos se sorprenderían mucho”
Es importante conocer estas diferencias ya que el pudor es una virtud para vivir en la sociedad; no basta que una persona vista de una forma correcta según su propia sensibilidad, tiene que tener en cuenta la sensibilidad de los demás. Precisamente, a la mujer le resulta más difícil entender la necesidad del pudor, la conveniencia de cubrirse porque no experimenta en sí misma una sensualidad tan fuerte.
“La mujer tiende a considerar en primer lugar los aspectos personales, afectivos, humanos. Lo estrictamente carnal viene, normalmente, sólo después de lo afectivo.Pero en el hombre no es así. Por eso las mujeres consideran como cariño lo que, por parte del hombre, es, en muchas ocasiones simple satisfacción del apetito. Se sienten queridas cuando en realidad estánsiendo usadas”.
Ante una minifalda, unos minishorts o un escote, una mujer puede juzgar fríamente la forma de las piernas, mientras que un hombre es posible que cosifique a la dueña de la prenda convirtiéndola en un objeto sexual.
Entonces... ¿Qué es el pudor?El pudor es un mecanismo de protección ante la posibilidad de convertirnos en instrumentos de placer.
Es también, como en el caso de la guarda de la intimidad, una defensa ante el peligro de que alguien me pueda poseer sin que yo lo quiera.
Cada persona es dueña de sí misma y nadie, excepto Dios como Creador, puede tener propiedad sobre ella.
La excepción a esta realidad es el amor; el hombre se deja apropiar libremente por amor; pero a esto se volverá más tarde.
El pudor consiste en ocultar los valores sexuales pero es también una forma de provocar el amor; la necesidad espontánea de cubrir los valores sexuales es un medio para permitir que se descubran los valores de la propia persona; mientras se oculta aquello que puede cosificarme, se intenta remarcar lo que me hace persona. Los valores sexuales no me diferencian, no me hacen único; simplemente “dividen” a la humanidad enhombres y mujeres. Lo que me individualiza son mis capacidades personales, mi inteligencia, mis amores, mi intimidad, mis recuerdos...
La persona está llamada a provocar amor; si este amor se provoca simplemente por el atractivo físico es un sentimiento quebradizo que desaparecerá, como tarde, cuando se disuelva ese atractivo. Cuando una persona cubre su cuerpo en cierto modo está reclamando que se fijen en ella por dentro, es un grito de protesta: “no te fijes sólo en mi cuerpo, en mi físico: no soy sólo una imagen: soy ante todo una persona”.
Se entiende entonces que el pudor no significa autoencerrarse ni tiene nada que ver con despreciar el cuerpo; no oculto el cuerpo porque éste sea vergonzoso. Precisamente, el pudor es dominar el propio ser para una donación incondicionada, para abrirse a la otra persona. El pudor permite entregar en exclusiva algo muy valioso y que no es del dominio público.
La persona impúdica se pone en ocasión de ser un objeto del que uno puede servirse sin amarlo. Aquí, es importante señalar que el impudor no es sólo algo externo sino también interno en el que tienen mucho peso la imaginación y el deseo. Como se expuso anteriormente, una persona puede poseer un cuerpo, que se le ha mostrado anteriormente, con la imaginación o el deseo.
En este sentido, no puede minusvalorarse la fuerza que puede tener la mirada. Como señala el catedrático de Filosofía Alfonso López Quintás “la mirada es un sentido posesivo; constituye una especie de tacto a distancia (...) Ofrecer a la mirada las partes íntimas del cuerpo supone dejarse poseer en lo que uno tiene de más peculiar, de más propio y personal (...) Toda exhibición sugiere un acto de entrega, y, como la entrega personal no se puede realizar de modo colectivo, la exhibición pública constituye un mero juego con estímulos gratificantes. Este juego banal se encuentra a años luz alejado de toda relación personal creadora. En la misma medida implica una degradación”.
Muchas personas reducen el pudor a unos centímetros de ropa...No es lo mismo acudir en traje de baño a una piscina, que ir con la misma prenda a la Facultad
"El pudor no se puede reducir a centímetros de ropa. Depende de un conjunto de factores que influyen en la percepción que los demás tengan de nosotros, depende de la diversa situación y de la función del vestido y depende también de las costumbres en el modo de vestir”.No es lo mismo acudir en traje de baño a una piscina que ir con la misma prenda a la facultad, una falda de tenis, que no tiene nada de impúdico en una pista, puede serlo enuna oficina.
No atenta contra el pudor la mujer de una tribu de Africa que, siguiendo las costumbres del país y las condiciones climáticas, va con el pecho descubierto pero sí lo hará aquella que vaya así a hacer la compra en un supermercado europeo. En este sentido hay, además de las costumbres, ciertas leyes de la percepción que reclaman la atención sobre uno u otro aspecto del cuerpo.
Continuando con el ejemplo anterior; nadie percibirá como reclamo sexual a la mujer de la tribu mientras que si se percibirá así a la mujer del supermercado, aunque vayan las dos con la misma tela. “Si estamos acostumbrados a vernos vestidos, la desnudez tiene un significado radicalmente distinto, destaca una disponibilidad sexual que no se presenta en la percepción de quienes habitualmente van desnudos”
Si el pudor no puede reducirse a una cantidad de tela, tampoco el impudor equivale exactamente a la desnudez. Hay momentos y situaciones en los que la desnudez no es impúdica (cuando existe un fin médico, o en el caso del acto conyugal donde el amor hace que quede preservada la dignidad de la persona). Un vestido será impúdico cuando subraye los valores sexuales, pueda provocar una reacción hacia esa persona como objeto de placer y encubra su verdadero valor como persona.
Por esto, es difícil dejar de calificar como impúdicas algunas de las tendencias actuales como las transparencias que se explican precisamente como un juego de seducción en el que se deja entrever -a veces claramente ver- esos valores sexuales, los escotes exagerados o las microfaldas que descubren gran parte de las piernas. Este tipo de prendas llaman la atención, a veces de una forma provocativa, sobre los aspectos sexuales del cuerpo femenino.
Por último hay que señalar que la falta de pudor en el vestido lleva a la despersonalización. La función del vestido es cubrir lo que es más impersonal, aquellas partes del cuerpo que no nos diferencian de los demás, haciendo que la atención del otro recaiga en lo descubierto, el rostro.
“El hecho del vestido que oculta el cuerpo y muestra el rostro ha hecho que la belleza conocida y expresa sea primariamente la de este último; la del cuerpo se supone, se infiere, se adivina, en ciertos grados y formas (...) Esto ha sido un factor de personalización de las relaciones humanas. El cuerpo tiene menor individualidad, es menos identificable, más intercambiable. En su función más propia, es el cuerpo de tal cara. La oscilación entre la preferencia por el rostro o por el cuerpo significa la existencia de dos orientaciones que condicionan la vida: se insiste en la personalidad, o se tiende a la indiferenciación”.
¿Cómo se puede educar el pudor?Antes se ha visto como el pudor es un sentimiento profundamente ligado a cada hombre pero también se observa la diferencia con que las personas experimentan este sentimiento. En líneas generales, se puede decir que la tendencia a velar el cuerpo es un “fruto del proceso de crecimiento de la sensibilidad del hombre”.
Cuando hay una mayor sensibilidad, el hombre comprende qué es su cuerpo y trata de cubrirlo. Por eso hay una relación entre la cultura y el vestido. A mayor cultura, más sensibilidad y más pudor. En este sentido, el impudor es, muchas veces, una falta de cultura.
El hombre con sensibilidad no supera los límites de la vergüenza sino con dificultad. La mayoría de las personas han experimentado este sentimiento de violentarse al tener que desvestirse ante el médico. En el caso del acto sexual, el hombre supera esta vergüenza por el amor.
Cuando hay un amor verdadero, el peligro de ser tomado como un simple objeto de placer desaparece porque se valora a la persona en su totalidad; por tanto, el pudor pierde su razón de ser objetiva, porque es el amor el que protege la dignidad de la persona. También desaparece el riesgo de perder la intimidad ante la indiferencia del otro. Cuando seama, la entrega corporal viene acompañada de la entrega total. No se da el cuerpo sólo, se da la persona entera, toda su intimidad, y no sólo la física.
Lo contrario es la prostitución. El hombre, o la mujer, que en una relación sexual sólo comparte el cuerpo pero no el alma, se está prostituyendo. Con otras palabras “una entrega corporal que no fuera a la vez personal sería en sí misma una mentira porque consideraría el cuerpo como algo simplemente externo, como una cosa disponible y no como la propia realidad personal”
El amor es, por lo tanto, el requisito para que el hombre venza su resistencia a entregar su intimidad corporal. Alguien podría objetar a esto que la vergüenza, tanto del cuerpo como de los actos de amor, es muy débil o casi inexistente en algunas personas. Ciertamente, la vergüenza puede disminuir por diferentes influencias, de naturaleza personal o social, y ceder pronto. Como se ha dicho antes, si se pierde sensibilidad, desaparece el sentido del pudor. Y se pierde sensibilidad cuando se desconoce, se ignora o se rechaza el valor del propio cuerpo y de la sexualidad.
Por eso, tiene gran importancia la educación del pudor en los niños; es la edad donde toman conciencia de lo que significa su cuerpo y el de los demás. Si se acostumbran a verse desnudos delante de otros, o a ver desnudos a sus familiares, o a contemplar en el cine o la televisión actos sexuales que sólo tienen su verdadero sentido en la intimidad, su cuerpo y el de los demás perderá valor; no entenderá la necesidad de protegerse ante la posibilidad de convertirse en un objeto sexual.
A veces, con una ingenuidad un tanto tontorrona, se educa a los niños en una falsa naturalidad con el cuerpo que les deja sin el mecanismo de protección, éste sí verdaderamente natural, del pudor. Esto explica que sea frecuente, por ejemplo, encontrar adolescentes en los que esesentimiento de vergüenza por mostrar y entregar su cuerpo se borra con gran facilidad.
A menudo, después de estas relaciones, que difícilmente cuajan pues no hay verdadero amor, el chico/a se siente utilizado como un mero instrumento de placer, fácil de conseguir, porque el pudor natural ha cedido con rapidez.
En la educación del pudor, además de los padres, tienen responsabilidad los medios de comunicación que, en la actualidad, muestran un exceso de contenidos eróticos e incluso pornográficos. Esta saturación de sexo hace que se pierda sensibilidad y facilita que, en esta esfera tan importante, el hombre quede desprotegido.
¿Todo esto es algo exclusivo para cristianos?Todo lo que se ha señalado hasta ahora se aplica a hombres y mujeres de diferentes ideas, religiones y culturas pues de lo que se trata es de defender una forma de vestir que no lesione la dignidad de la persona. El cristiano además tiene un papel muy importante en el campo de la moda, campo que no puede ver como algo trivial o superficial.
La persona cristiana sabe que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, que el hombre tiene una dignidad, que es sagrada. Es consciente también de que se empieza por no respetar la dignidad del cuerpo y se acaba animalizando al ser humano. Se percata de que en el mundo de la moda predomina un consumismo desenfrenado que lesiona la justicia social: unos no tienen con qué abrigarse mientras otros gastan millones en renovar constantemente su ropero. Por eso, es importante quelos cristianos tengan una actitud activa en este tema. En primer lugar, con la coherencia de su ejemplo.
Hay prendas que una persona con un poco de sensibilidad, más si es cristiana, no llevará: aunque estén de moda, aunque todo el mundo vista así, aunque choque en el ambiente. Precisamente este choque hará comprender a muchos lo poco acertado que es presentarse en la sociedad con un determinado aspecto por muy aceptado que esté. La coherencia, en este campo como en muchos otros, puede ser un argumento definitivo. “Y en un ambiente paganizado o pagano, al chocar este ambiente con mi vida, ¿no parecerá postiza mi postura de naturalidad?”, me preguntas. -Y te contesto: chocará sin duda, la vida tuya con la de ellos: y ese contraste, por confirmar con tus obras tu fe, es precisamente la naturalidad que yo te pido”
Pero además de con el ejemplo personal, el hombre y la mujer cristiana tienen que ver en la moda una forma de acercar más el mundo a Dios. Antes se explicaba la relación entre la verdad, el bien y la belleza. Dios es la Suma Bondad, la Suma Verdad y la Suma Belleza, por eso es importante cuidar la belleza en el mundo. “A través del vestido (...) expresamos si en nosotros hay o no amor y sencillez, si hay o no búsqueda de la verdad, el bien y la belleza; quienes confesamos con los labios haber encontrado esta Verdad, Bien y Belleza en Jesucristo, estamos siendo con nuestro modo concreto de vida, lo queramos o no, un libro abierto que lo ratifica o lo niega. (...) Hasta en el vestido, entonces, como hábito de la caridad, se percibe si nos sabemos amados por Dios y si queremos vivir en este amor la relación con los demás”.
La belleza, y también la belleza física bien entendida, puede ser una forma de llegar a la virtud. El cristianismo no tiene nada que ver con el desaliño, la suciedad o el descuido de lo externo. “Caras largas.., modales bruscos..., facha ridícula..., aire antipático: Así esperas animar a los demás a seguir a Cristo?” Por el contrario, la armonía, la limpieza, el buen gusto y la elegancia dicen mucho de la finura de un alma.
El cristiano tendrá que compaginar el valor de la elegancia con el resto de las virtudes; con la caridad pues se presenta bien ante los demás buscando, no despertar admiración, sino hacer agradable la vida al resto de los que conviven con él; la templanza, porque debe ir bien sin malgastar, cuidando las cosas y no sustituyéndolas cada vez que cambia la temporada, ni acumulando prendas inservibles en el armario; la fortaleza para oponerse a la moda cuando ésta rebaje la dignidad de la persona, la modestia, para vestir con decencia...
Si , como hemos dicho antes, cada creador muestra en sus vestidos sus ideas sobre la persona, el diseñador que es cristiano tendrá en especial estima la dignidad del cuerpo y de la persona a la hora de realizar una prenda. Por eso, es importante que haya gente que valore esta idea del hombre y que trabaje en el mundo de la moda, para que se cree un tipo de ropa queacerque más a la belleza y a la verdad, que acerque más a Dios.
Otra conclusión es que el cristiano está llamado a cooperar en el reto de “crear un clima favorable a la educación de la castidad”. La moda puede ayudar o, al contrario, crear un clima opuesto a esta virtud. En este aspecto, todos podemos cooperar; el hombre de a pie que cada mañana elige lo que se va a poner, el diseñador que viste a la sociedad, la modelo que muestra en la pasarela estos diseños... Cada uno puede crear o no un clima de verdadera belleza y elegancia. Porque al final lo que está en juego no es un estampado, un diseño o una percha; está en juego la verdadera dignidad de la persona.
BibliografíaYepes Stork, Ricardo:op. Pág. 276.
López Quintás, Alfonso: op. Pág. 237
cfr. Juan Pablo II. Amor y responsabilidad. Pág. 193-215.
Santamaria, Mikel Gotzon: op. Pág. 70.
Idem. Pág. 73.
López Quintás, Alfonso. El amor humano, su sentido y su alcance. Editorial Edibesa. Pág 238.
Santamaría, Mikel Gotzon: op. Pág. 87.
Idem. Pág. 90.
Marías, Julián: La educación sentimental. Alianza Editorial. Pág 245
Juan Pablo II. La redención del corazón. Editorial Palabra. Pág. 247.
Ruiz Retegui, Antonio. La sexualidad humana, en N. López Moratalla y otros. Deontología biológica. Universidad de Navarra. 1987. Pág 278.
San Josemaría Escrivá de Balaguer. Camino, n. 380.
Bru, Manuel María. El vestido del cristiano. Alfa y Omega (2-XI-1997).
San Josemaría Escrivá de Balaguer. Cámino, n.661
Pablo VI, “Humanae Vitae”
jueves, 17 de junio de 2010
CARTA A DIOS: GRACIAS. ES INCREIBLE

No solo es preciosa sino que me parece que consigue reflejar lo que es una vida dedicada a Dios.
GRACIAS. CON ESTA PALABRA PODRÍA CONCLUIR ESTA CARTA, DIOS MÍO, AMOR MÍO. Porque eso es todo lo que tengo que decirte: gracias, gracias. Sí, desde la altura de mis cincuenta y cinco años, vuelvo mi vista atrás, ¿qué encuentro sino la interminable cordillera de tu amor? No hay rincón en mi historia en el que no fulgiera tu misericordia sobre mi. No ha existido una hora en que no haya experimentado tu presencia amorosa y paternal acariciando mi alma.
GRACIAS. CON ESTA PALABRA PODRÍA CONCLUIR ESTA CARTA, DIOS MÍO, AMOR MÍO. Porque eso es todo lo que tengo que decirte: gracias, gracias. Sí, desde la altura de mis cincuenta y cinco años, vuelvo mi vista atrás, ¿qué encuentro sino la interminable cordillera de tu amor? No hay rincón en mi historia en el que no fulgiera tu misericordia sobre mi. No ha existido una hora en que no haya experimentado tu presencia amorosa y paternal acariciando mi alma.
Ayer mismo recibía la carta de una amiga que acaba de enterarse de mis problemas de salud, y me escribe furiosa: «Una gran carga de rabia invade todo mi ser y me rebelo una vez y otra vez contra ese Dios que permite que personas como tú sufran.» ¡Pobrecita! Su cariño no le deja ver la verdad. Porque -aparte de que yo no soy más importante que nadie- toda mi vida es testimonio de dos cosas: en mis cincuenta años he sufrido no pocas veces de manos de los hombres. De ellos he recibido arañazos y desagradecimientos, soledad e incomprensiones. Pero de ti nada he recibido sino una interminable siembra de gestos de cariño. Mi última enfermedad es uno de ellos.
Me diste primero el ser. Esta maravilla de ser hombre. El gozo de respirar la belleza del mundo. El de encontrarme a gusto en la familia humana. El de saber que, a fin de cuentas, si pongo en una balanza todos esos arañazos y zancadillas recibidos serán siempre muchísimo menores que el gran amor que esos mismos hombres pusieron en el otro platino de la balanza de mi vida. ¿He sido acaso un hombre afortunado y fuera de lo normal? Probablemente. Pero ¿en nombre de qué podría yo ahora fingirme un mártir de la condición humana si sé que, en definitiva, he tenido más ayudas y comprensión que dificultades?
Y, además, tú acompañaste el don de ser con el de la fe. En mi infancia yo palpé tu presencia a todas horas. Para mí, tu imagen fue la de un Dios sencillo. Jamás me aterrorizaron con tu nombre. Y me sembraron en el alma esa fabulosa capacidad: la de saberme amado, la de experimentar tu presencia cotidiana en el correr de las horas.
Hay entre los hombres -lo sé- quienes maldicen el día de su nacimiento, quienes te gritan que ellos no pidieron nacer. Tampoco yo lo pedí, porque antes no existía. Pero de haber sabido lo que sería mi vida, con qué gritos te habría implorado la existencia, y ésta, precisamente, que de hecho me diste.
Supongo que fue absolutamente decisivo el nacer en la familia que tú me elegiste. Hoy daría todo cuanto después he conseguido sólo por tener los padres y hermanos que tuve. Todos fueron testigos vivos de la presencia de tu amor. En ellos aprendí -¡qué fácilmente!- quién eras y cómo eres. Desde entonces amarte -y amar, por tanto, a todos y a todo- me empezó a resultar cuesta abajo. Lo absurdo habría sido no quererte. Lo difícil habría sido vivir en la amargura. La felicidad, la fe, la confianza en la vida fueron, para mí, como el plato de natillas que mamá pondría, infallablemente, a la hora de comer. Algo que vendría con toda seguridad. Y que si no venía, era simplemente porque aquel día estaban más caros los huevos, no porque hubiera escaseado el amor. Entonces aprendí también que el dolor era parte del juego. No una maldición, sino algo que entraba en el sueldo de vivir; algo que, en todo caso, siempre sería insuficiente para quitarnos la alegría.
Gracias a todo ello, ahora -siento un poco de vergüenza al decirlo- ni el dolor me duele, ni la amargura me amarga. No porque yo sea un valiente, sino sencillamente porque al haber aprendido desde niño a contemplar ante todo las zonas positivas de la vida y al haber asumido con normalidad las negras, resulta que, cuando éstas llegan, ya no son negras, sino sólo un tanto grises. Otro amigo me escribe en estos días que podré soportar la diálisis «chapuzándome en Dios». Y a mi eso me parece un poco excesivo y melodramático. Porque o no es para tanto o es que de pequeño me «chapuzaron» ya en la presencia «normal» de Dios, y en ti me siento siempre como acorazado contra el sufrimiento. O tal vez es que el verdadero dolor aún no ha llegado.
A veces pienso que he tenido «demasiado buena suerte». Los santos te ofrecían cosas grandes. Yo nunca he tenido nada serio que ofrecerte. Me temo que, a la hora de mi muerte, voy a tener la misma impresión que en ese momento tuvo mi madre: la de morirme con las manos vacías, porque nunca me enviaste nada realmente cuesta arriba para poder ofrecértelo. Ni siquiera la soledad. Ni siquiera esos descensos a la nada con que tú regalas a veces a los que verdaderamente fueron tuyos. Lo siento. Pero ¿qué hago yo si a mi no me has abandonado nunca? A veces me avergüenzo pensando que me moriré sin haber estado nunca a tu lado en el huerto de los olivos, sin haber tenido yo mi agonía de Getsemaní. Pero es que tú -no sé por qué- jamás me sacaste del domingo de Ramos. Incluso alguna vez --en mis sueños heroicos- he pensado que me habría gustado tener yo también una buena crisis de fe para demostrarte a ti y a mi mismo que la tengo. Dicen que la auténtica fe se prueba en el crisol. Y yo no he conocido otro crisol que el de tus manos siempre acariciantes.
Y no es, claro, que yo haya sido mejor que los demás. El pecado ha puesto su guarida en mí y tú y yo sabemos hasta qué profundidades. Pero la verdad es que ni siquiera en las horas de la quemadura he podido experimentar plenamente la llama negra del mal de tanta luz como tú mantenías a mi lado. En la miseria, he seguido siendo tuyo. Y hasta me parece que tu amor era tanto más tierno cuantas más niñerías hacía yo.
También me gustaría presumir ante ti de persecuciones y dificultades. Pero tú sabes que, aún en lo humano, me rodeó siempre más gente estupenda que traidora y que recibí por cada incomprensión diez sonrisas. Que tuve la fortuna de que el mal nunca me hiciera daño y, sobre todo, que no me dejara amargura dentro. Que incluso de aquello saqué siempre ganas de ser mejor y hasta misteriosas amistades.
Luego, me diste el asombro de mi vocación. Ser cura es imposible, tú lo sabes. Pero también maravilloso, yo lo sé. Hoy no tengo, es cierto, el entusiasmo de enamorado de los primeros días. Pero, por fortuna, no me he acostumbrado aún a decir misa y aún tiemblo cada vez que confieso. Y sé aún lo que es el gozo soberano de poder ayudar a la gente -siempre más de lo que yo personalmente sabría- y el de poder anunciarles tu nombre. Aún lloro -¿sabes?- leyendo la parábola del hijo pródigo. Aún -gracias a ti- no puedo decir sin conmoverme esa parte del Credo que habla de tu pasión y de tu muerte.
Porque, naturalmente, el mayor de tus dones fue tu Hijo, Jesús. Si yo hubiera sido el más desgraciado de los hombres, si las desgracias me hubieran perseguido por todos los rincones de mi vida, sé que me habría bastado recordar a Jesús para superarlas. Que tú hayas sido uno de nosotros me reconcilia con todos nuestros fracasos y vacíos. ¿Cómo se puede estar triste sabiendo que este planeta ha sido pisado por tus pies? ¿Para qué quiero más ternuras que la de pensar en el rostro de María?
He sido feliz, claro. ¿Cómo no iba a serlo? Y he sido felíz ya aquí, sin esperar la gloria del cielo. Mira, tú ya sabes que no tengo miedo a la muerte, pero tampoco tengo ninguna prisa porque llegue. ¿Podré estar allí más en tus brazos de lo que estoy ahora? Porque éste es el asombro: el cielo lo tenemos ya desde el momento en que podemos amarte. Tiene razón mi amigo Cabodevilla: nos vamos a morir sin aclarar cuál es el mayor de tus dones, si el de que tú nos ames o el de que nos permitas amarte.
Por eso me da tanta pena la gente que no valora sus vidas. Pero ¡sí estamos haciendo algo que es infinitamente más grande que nuestra naturaleza: amarte, colaborar contigo en la construcción del gran edificio del amor!
Me cuesta decir que aquí te damos gloria. ¡Eso sería demasiado! Yo me contento con creer que mi cabeza reposando en tus manos te da la oportunidad de quererme. Y me da un poco de risa eso de que nos vas a dar el cielo como premio. ¿Como premio de qué? Eres un tramposo: nos regalas tu cielo y encima nos das la impresión de haberlo merecido. El amor, tú lo sabes muy bien, es él solo su propia recompensa. Y no es que la felicidad sea la consecuencia o el fruto del amor. El amor ya es, por sí solo, la felicidad. Saberte Padre es el cielo. Claro que no me tienes que dar porque te quiera. Quererte ya es un don. No podrás darme más.
Por todo eso, Dios mío, he querido hablar de ti y contigo en esta página final de mis Razones para el amor. Tú eres la última y la única razón de mi amor. No tengo otras. ¿Cómo tendría alguna esperanza sin ti? ¿En qué se apoyaría mi alegría si nos faltases tú? ¿En qué vino insípido se tornarían todos mis amores si no fueran reflejo de tu amor? Eres tú quien da fuerza y vigor a todo. Y yo sé sobradamente que toda mi tarea de hombre es repetir y repetir tu nombre. Y retirarme.
jueves, 10 de junio de 2010
Vocación siendo joven: ¿cómo es posible, cuando no sabe ni freír un huevo?

Os invito a acceder a este blog, interesante ameno, y con interesantes reflexiones sobre temas que nos "preocupan" a todos.
Hoy os invito a leer sobre la vocacion de los hijos creo que todos los que tenemos hijos adolescentes nos hemos planteado esta pregunta ¿puede un adolescente de 15 años responder a una vocación de entrega total?
Para acceder al mismo podéis pinchar aquí
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